A estas alturas todos conocemos los beneficios que conlleva tener un coche con airbags. Está claro que esta tecnología que –en pocas palabras- consiste en una bolsa que se hincha rápidamente en caso de accidente tiene varias funciones como evitar el impacto del conductor o del pasajero contra los elementos duros del vehículo, absorber parte de la energía cinética del cuerpo, proteger a los ocupantes del impacto contra el parabrisas o disminuir el riesgo de lesiones cervicales y todas ellas tienen gran importancia para salvaguardar la integridad física de los ocupantes del coche.
Las múltiples ventajas de este sistema que ha demostrado su capacidad para evitar aproximadamente un 14% de muertes en conductores y un 11% de daños en pasajeros no nos exime, como en el caso de cualquier otro avance tecnológico, de los problemas derivados de una utilización incorrecta.
En más de una ocasión, algunos de vosotros nos habéis comentado que habéis tenido problemas al llevar objetos en el salpicadero en el momento en el que sufristeis una colisión con vuestro coche, de modo que cuando saltaron los airbags los objetos os alcanzaron provocándoos daños personales. Otro de los incidentes típicos en relación a este sistema sucede cuando el conductor o los pasajeros no llevan puesto el cinturón de seguridad, provocando que el airbag se convierta en un enemigo, en lugar de en un aliado de nuestra seguridad. Debemos entender que el airbag es un complemento del cinturón de seguridad, nunca su sustituto, por lo que de su correcto uso depende que funcione bien o no.