Salir de España para comprar un coche era una práctica bastante habitual hace años pero, en estos momentos de crisis económica en los que los fabricantes de toda Europa han tenido que ajustar sus precios para capear el temporal, no está claro que adquirir un vehículo en el extranjero suponga grandes ventajas. Más todavía, no se trata de una operación nada rentable. Existen numerosos aspectos que es importante tener en cuenta antes de tirarse de cabeza a esta aventura.
El primer paso es comparar precios pero… ¡atención! Al precio del vehículo hay que sumarle el IVA del 21% y el impuesto de circulación que deberán pagarse en territorio español. Además, el usuario dispuesto a comprar un turismo fuera de España debe saber que las compañías de seguros nacionales solo aseguran vehículos con matrículas españolas, por lo que el cliente tiene que costear, también, el impuesto derivado de los trámites de matriculación -para lo que será requisito sine qua non disponer del Certificado de Conformidad Europeo-. El comprador deberá valorar todos estos conceptos y añadirlos al precio inicial del coche.
Tampoco el traslado debe ser obviado por el nuevo propietario porque traer el coche desde el extranjero también supone otro gasto extra. Lo más habitual, que no lo más cómodo, es conducirlo hasta España, lo que implica la contratación de un seguro de viaje, la adquisición de una placa provisional y los gastos habituales del trayecto, como la gasolina.
El presupuesto va creciendo y creciendo y, por si fuera poco, las molestias para el comprador son evidentes. Es necesario preparar el viaje con antelación para no dilatar demasiado la estancia fuera de casa, trasladarse al país escogido, valorar el vehículo en el concesionario, comprobar las prestaciones, realizar el pago…
Alemania fue, a finales de los 90 y principios del 2000, uno de los destinos más demandados para estas operaciones pero, hoy por hoy, el viaje puede salirnos muy caro, especialmente si se trata de un coche nuevo. En el supuesto de querer adquirir un modelo de ocasión, dependerá más de la propia oferta aunque, eso sí, no se puede descuidar el estado del vehículo, los gastos derivados de cambio de propietario, etcétera.
Y es que en definitiva se podría decir que el incremento del coste del turismo, sobre el precio real, sería cercano al 7%. Por ello, no es de extrañar que la importación de vehículos a España haya caído en picado en los últimos años, decantándose el consumidor cada vez más por la producción nacional.